En el artículo “Jóvenes
que matan”, de la citada revista, la periodista Sharon Begley plantea
una nueva hipótesis que la ciencia ha elaborado respecto de las raíces
de la violencia. La hipótesis en cuestión no es nueva. Según ella “Se
necesita de un ambiente particular junto con una biología particular para
convertir a un niño en asesino.”
Un niño que sufre
crisis de maltrato y miedo por parte de los padres experimenta cambios
físicos en el cerebro, según afirma el doctor Bruce Perry, de la Escuela
de Medicina de Baylor, tornándolo, o bien muy vulnerable a las reacciones
violentas (es el caso del agresor impulsivo), o bien insensible emocio-nalmente
(el caso del agresor antisocial). Hay también algunas patologías cerebrales
que inducirían –según esta hipótesis– a la violencia, como las lesiones
del lóbulo frontal, del “giro congulado”, o de la corteza prefrontal.
Pero el ambiente también
es decisivo. Según esta misma hipótesis, el cerebro posee muchas ‘páginas
en blanco’, en el que se graban con el lenguaje de la neuroquímica desde
los primeros momentos de la infancia. Las diferentes reacciones de los
padres producen cerebros diferentes y, por tanto, conductas diferentes.
fuente: http://www.aguasvivas.cl/revistas/09/02.htm